Ártico en calor: Cómo el Deshielo Abre Nuevas Rutas y Disputas Globales

El calentamiento global está moldeando nuestro planeta y brindando acceso a rutas y lugares antes inalcanzables. Uno de estos lugares es el Ártico, una región en gran parte inexplorada durante siglos y hoy intensamente disputada debido a su importancia estratégica. Pero ¿a qué se debe este renovado interés en el Ártico?

En 2008, el Instituto de Estudios Geológicos de Estados Unidos publicó un informe que reveló que el Ártico alberga vastas reservas de petróleo y gas. Estos recursos energéticos son cruciales para el motor productivo de las naciones industrializadas, especialmente ante la continua demanda energética global. Las estimaciones indican que en esta región podrían estar almacenadas hasta un 13% de las reservas de petróleo y un 30% de las de gas sin explotar a nivel mundial, recursos que están volviendo a esta área en un foco clave de interés para los Estados. Sin embargo, acceder a estos depósitos enfrenta múltiples desafíos. A las bajas temperaturas y lo inhóspito del entorno se suman la falta de infraestructura y la carencia de tecnología especializada para llevar a cabo una explotación segura. Además, un desastre ambiental en esta región sería devastador y de difícil mitigación debido al acceso limitado y las condiciones extremas del Ártico, lo que aumenta los costos y riesgos de cualquier operación de extracción.

Por otro lado, el deshielo del Polo Norte está abriendo nuevas rutas para el transporte marítimo, lo que podría reducir significativamente el tiempo y el costo de trasladar mercancías entre Asia y Europa. La llamada “Ruta del Norte” permite reducir el tiempo de navegación entre estos dos continentes en varios días. Por ejemplo, el trayecto entre Tokio y Róterdam podría acortarse en unos 13 días en comparación con la ruta tradicional que atraviesa el Canal de Suez. Esta ventaja en la duración del viaje podría tener un impacto importante en la economía global, permitiendo que las mercancías lleguen más rápido y con menores costos asociados.

Además, la Ruta del Norte ofrece ciertas ventajas en términos de seguridad. El Canal de Suez, por donde transita una parte importante del comercio mundial, es un estrecho paso susceptible de bloqueos. Esto se evidenció en 2021, cuando el encallamiento de un buque portacontenedores provocó una paralización de varios días en el comercio, causando pérdidas económicas considerables. Asimismo, la ruta del Ártico evita el riesgo de piratería en las costas de Somalia, una amenaza constante en otras rutas comerciales, donde los ataques a embarcaciones aumentan los costos de transporte debido a las primas de seguros más altas y las medidas de seguridad adicionales necesarias.

Sin embargo, aunque la Ruta del Norte podría suponer una alternativa importante para el comercio global, actualmente no es una opción completamente viable. La falta de puertos y sistemas de rescate, la incertidumbre sobre las condiciones climáticas y el escaso conocimiento de la zona la hacen poco rentable para las empresas navieras. Rusia, que posee una vasta extensión territorial en el Ártico, ha estado invirtiendo en infraestructura a lo largo de esta ruta, construyendo una red de puertos y bases militares para facilitar el tránsito marítimo. Sin embargo, esta infraestructura aún está en desarrollo, y la falta de instalaciones adecuadas sigue siendo una barrera para convertir la Ruta del Norte en una opción estable para el comercio internacional.

 

Como resultado de estas oportunidades y desafíos, el Ártico se ha convertido en un nuevo centro de rivalidad geopolítica. Las naciones ribereñas —especialmente Rusia, Canadá y Dinamarca— compiten por el control de territorios estratégicos, en particular por la sierra de Lomonósov, un sistema montañoso submarino que se extiende bajo el océano Ártico y podría ampliar la extensión de sus territorios marítimos. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar establece que la soberanía de un país sobre el mar se extiende hasta un límite de 200 millas náuticas desde su costa. Sin embargo, si la plataforma continental de un país se proyecta más allá de ese límite, la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU puede autorizar una expansión de su territorio marítimo. Esto ha impulsado a Canadá, Rusia y Dinamarca a presentar reclamos sobre la sierra de Lomonósov, sosteniendo que es una extensión de sus respectivas plataformas continentales. Esta disputa ha intensificado las tensiones en la región, ya que una extensión de territorio podría significar acceso exclusivo a valiosos recursos naturales.

A estos factores se suma la presencia de actores externos, como China, que ha manifestado un creciente interés en la región. Aunque China no es una nación ártica, ha iniciado su participación en la construcción de infraestructura y en el desarrollo de rutas comerciales en la región, considerando al Ártico una extensión de su ambicioso proyecto de la “Ruta de la Seda Polar». Este concepto busca posicionar a China como un actor clave en las rutas comerciales que atraviesan el Ártico, ofreciendo sus capacidades tecnológicas y financieras para desarrollar esta región. La incursión china añade una dimensión global a la disputa y convierte al Ártico en un espacio de competencia no solo regional, sino mundial.

En conclusión, el Ártico se ha transformado en una nueva frontera de rivalidad geopolítica y económica, un territorio que está redefiniendo las relaciones de poder en el siglo XXI. La competencia por el acceso a sus rutas comerciales y recursos naturales podría cambiar el equilibrio global en las próximas décadas, transformando al Ártico en un actor central de la política internacional. Frente a este panorama, la cooperación y los acuerdos internacionales serán esenciales para evitar una escalada de tensiones que podría tener consecuencias de largo alcance no solo para los países ribereños, sino también para toda la comunidad internacional.

Referencias