El actual contexto de cuarentena sanitaria es dramática para muchas personas en situación de pobreza o vulnerabilidad, ya que ellos pueden estar en soledad o en peligro por una convivencia forzada por la falta de trabajo que es fundamental para el presupuesto familiar; así como también por la imposibilidad de contar con condiciones que son necesarias para cumplir con los cuidados sanitarios. Sin embargo, el nuevo coronavirus no distingue de género, ni de religión, ni de nivel socioeconómico; está afectando a todo el mundo.
Lamentablemente, hemos tenido que esperar a que ocurra una pandemia mundial provocada por un virus desconocido, para que salgan a relucir las desigualdades existentes en la sociedad a todo nivel. Actualmente, muchas personas tienen la dicha de pasar estos días en sus hogares, a salvo, descansando o realizando teletrabajo con los recursos necesarios para sobrevivir durante estos tiempos difíciles en los que la economía mundial ha parado. Sin embargo, existe otra parte de la población que está atravesando situaciones difíciles, ellas son las personas de bajos recursos económicos, ya que no solo enfrentan la pandemia sin armas, sino también con hambre, que es peor que la muerte. Hoy sus voces, las oímos y ya la sociedad no puede hacer nada para apagarlas.
Un estudio de Hugo Ñopo, investigador del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE) y PhD en Economía por la Northwestern University, revela que aproximadamente el 20% de los peruanos son pobres o extremadamente pobres. De este 20%, 1 de cada 3 personas no tienen ni agua ni desagüe. Del 20% más pobre, 2 de cada 3, casi el 70% no tienen refrigeradora, lo que les impide mantener sus alimentos frescos y por ello, tienen que salir todos los días a comprar los víveres para el hogar. Menos del 20% de los peruanos tiene un vehículo particular, es decir el 80% de ellos requiere usar el transporte público. De la mitad más pobre, 4 de cada 5 no tiene cuenta bancaria, tarjeta de débito o crédito. El 40% de los peruanos generan sus ingresos por sí mismos, de los cuales 3 de cada 4 dichos ingresos no llegan a la Remuneración Mínima Vital.
Durante décadas, los gobiernos desatendieron necesidades básicas de la población. La salud, vivienda y la educación, fueron postergadas una y otra vez y hoy, sufrimos las consecuencias del desinterés y de la corrupción que siempre ha estado presente y que se está llevando cada día vidas humanas ante la impotencia de todos. Antes de que ocurra esta pandemia, estábamos cegados y no nos dábamos cuenta de las carencias reales que existían en un país como el nuestro; nos preocupábamos por satisfacer solo nuestras necesidades, con un pensamiento totalmente individualista, encerrándonos en nuestro mundo, un mundo que es diferente para todos, pues no todos tienen acceso a los recursos que deberíamos tener como medicinas, agua y comida.
Tal como informa la Organización Mundial de la Salud, el coronavirus impactaría de manera mucho más negativa a la población que vive en los sectores más pobres de las ciudades, puesto que mientras las personas con más recursos y más favorecidas, pueden seguir las recomendaciones de los médicos expertos y de los gobiernos como por ejemplo: lavarse las manos varias veces al día y mantener la distancia social, mientras que en los sectores menos favorecidos no lo pueden hacer ya que carecen de recursos para poder protegerse de contraer el virus como por ejemplo algo tan vital como es el agua.
Según el departamento de Asuntos económicos y sociales de las Naciones Unidas, “hoy en día viven más de 4.000 millones de personas en ciudades, lo que representa a más de la mitad de la población mundial, y se estima que esta proporción aumentará hasta un 13 % de cara al 2050, por lo que el desarrollo sostenible dependerá cada vez más de una correcta gestión en el crecimiento urbano, especialmente en los países en vías de desarrollo”.
«Ningún sistema de salud aguanta una pandemia de ésta índole si no hay instrumentos para influir en el desarrollo. Los sistemas de salud en Sudamérica son muy desiguales y precarios, no aguantarían ni un porcentaje de la pandemia que se ha visto en Alemania y en otros países europeos”, según afirma la politóloga alemana Marianne Braig.
Los sistemas de salud están mal financiados, con deficiencias en infraestructura, con hospitales abandonados y sin suficientes recursos humanos, pues no hay una adecuada distribución de los presupuestos que se disponen para cada acción necesaria para dicho sector. Por otro lado, con respecto a los sistemas de salud desiguales en Sudamérica, es importante señalar que existe una gran heterogeneidad por el papel que juegan los seguros privados en los países de la región ya que en algunos países, estos tienen un papel complementario con el sistema público mientras que en otros, son integrados dentro de un esquema de aseguramiento universal como en el caso de Chile y Colombia.
En este escenario, ¿Podemos pedir a toda la población que se lave las manos y que trate de mantener la distancia social, si algunos tienen que ir a trabajar, no tienen agua y viven hacinados? Tal vez, lo que debemos hacer es tomar este tiempo de crisis no como un tiempo para alejarnos de todo, desentendernos e ignorar lo que pasa en el mundo y solo pensar en nuestro bienestar sino, más bien tomar estas circunstancias como una oportunidad para crear mecanismos para contribuir
con la reducción de estas desigualdades. Se debe trabajar para combatir la inequidad de acceso a los recursos básicos que reciben los pobladores en todo el Perú e impulsar los sectores que durante tanto tiempo fueron dejados de lado.