Ser mujer en Afganistán
- Lucía Concha
- 23 de septiembre del 2024
Han pasado tres años desde que el grupo fundamentalista Talibán se apoderó del gobierno Afgano tras la retirada de tropas estadounidenses. Desde entonces, el panorama para las mujeres y niñas se ha vuelto cada vez más desolador. El pasado 21 de agosto, la nueva “Ley sobre la promoción de la virtud y la prevención del vicio” fue promulgada tras la aprobación del líder supremo Hibatullah Akhundzada. En el documento de 114 páginas se encuentran redactados 35 artículos que violan gravemente los derechos de mujeres y niñas afganas, vetando su participación en la vida pública y obligándolas a ocultar sus rostros en público. Ante este acontecimiento, las Naciones Unidas han condenado enérgicamente la nueva ley a través de un comunicado oficial, enfatizando que estas medidas solo recrudecen la situación de vulnerabilidad de mujeres y niñas al imponerles restricciones aún más severas. Por su parte, Roza Otunbayeva, representante especial del secretario general y jefa de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA), se pronunció en contra de la ley y la calificó como “sombría para el futuro del país”. A su vez, Zabihula Mujahid, principal vocero del régimen, rechazó el pronunciamiento de la ONU y lo calificó como “arrogancia” alegando que no eran respetuosos de los valores islámicos.
Antecedentes
Durante el régimen soviético en Afganistán (1978-1992), las mujeres fueron reconocidas ampliamente en materia de derechos civiles y sociales a través de una serie de reformas que contemplaban la educación obligatoria para las niñas, la abolición de la práctica del “precio de la novia”, la modificación a 16 años como edad mínima para contraer matrimonio y, la firma de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) en 1980. La política radical del Ateísmo de Estado promocionó la participación de la mujer afgana en la vida política del país, sin embargo, su capacidad en la toma de decisiones continuó siendo relegada adoptando un rol más simbólico.
Aunque el problema de la desigualdad de género en Afganistán nunca se solucionó bajo el régimen comunista, todos los avances que se lograron en referencia a este tópico fueron bruscamente revertidos con la toma del poder de los talibanes por medios militares en 1996. En el transcurso de este período, se prohibió el acceso a la educación para niñas mayores de 8 años, se les prohibió a las mujeres trabajar (con excepción de los rubros de la medicina y la educación), se redujo la libertad de movimiento para niñas y mujeres obligándoles a viajar con un familiar varón y, estuvieron sujetas a un código de vestimenta estricto que demandaba el uso obligatorio del burka.
Tras la caída del régimen talibán en 2001, a raíz de la invasión liderada por Estados Unidos, se firmó el Acuerdo de Bonn el 5 de diciembre de ese mismo año. El acuerdo puso en marcha una ruta hacia una transición política total que incluía disposiciones para la participación de las mujeres, la protección de sus derechos, el establecimiento del Ministerio de Asuntos de la Mujer y la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán. El nuevo gobierno establecido formalmente el 2004 bajo el nombre oficial de Gobierno de la República Islámica de Afganistán supervisó la ratificación del CEDAW, estipuló cuotas de género en la Constitución del 2004 y aprobó la Ley para la Eliminación de la Violencia de la Mujer (EVAW). Durante este período, el Gobierno de Afganistán también promulgó dos planes de acción nacionales: el Plan de Acción Nacional para las Mujeres de Afganistán (2007-2017) y el Plan de Acción Nacional sobre la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (2015-2022). Estas medidas desempeñaron un papel importante al aumentar la visibilidad y presencia de las mujeres en la toma de decisiones públicas al facilitar su acceso a posiciones de liderazgo relevantes para la sociedad civil afgana.
Descripción de las nuevas restricciones
Con la retirada de tropas estadounidenses en el 2021, los talibanes volvieron a tomar el poder y desde entonces, han estado gobernado sin una estructura legal definida, habiendo suspendido la Constitución del 2004 y todas las leyes que consideraban incompatibles con la Sharia. En consecuencia, “más de 70 edictos, directivas y declaraciones emitidas por las Autoridades de Facto, junto con una mezcla confusa de decretos y prácticas tradicionales, […] restringen universalmente los derechos básicos y las libertades fundamentales de las mujeres y niñas” (UN Women, 2024).
En cuanto a la nueva normativa, la ley ratifica el código de vestimenta musulmán que indica que deben cubrir sus rostros y cuerpos completamente con telas que no sean finas, cortas ni ajustadas, para evitar “instigar a los hombres a la tentación y el vicio”. Además, se les prohíbe cantar o hablar en voz alta en lugares públicos dado que su voz es considerada “íntima”. Las mujeres tampoco pueden relacionarse con hombres no musulmanes, utilizar solas el transporte público, ni mirar a hombres con los que no tengan ningún parentesco sanguíneo o por matrimonio.
La nueva ley faculta al Ministerio de la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio para velar por su cumplimiento y administrar los castigos correspondientes.
Protestas y reacciones internacionales
Como respuesta a la ley, muchas mujeres afganas alrededor del mundo publicaron videos suyos en redes sociales donde cantaban en protesta al régimen Talibán. “Mi rostro no es tentación, tus ojos fabrican tentaciones” es una de las frases que resuena fuertemente entre los cánticos de un grupo de mujeres en uno de los videos que se popularizó en redes sociales.
Por otro lado, la condena internacional ante la nueva ley no se hizo esperar. ONU Mujeres expresó su profunda preocupación por dicha ley y afirmó que seguirán trabajando para apoyar la realización plena de los derechos de las niñas y mujeres afganas afectadas por estas medidas.
Conclusión
Aún con todas las disposiciones internacionales acerca de la igualdad de género y la necesidad de la reivindicación de los derechos de las mujeres, existen naciones que se posicionan en contra de cualquier avance social, este es el caso de Afganistán. El apartheid de género establecido por el régimen Talibán tiene a las mujeres y niñas presas en sus propios hogares, limitando sus libertades e impidiéndoles acceder a servicios básicos de calidad. Esta persecución sistemática encuentra sus cimientos en los constructos sociales que definen los roles de género y asignan atributos y expectativas en función de estereotipos profundamente misóginos. Por eso, ser mujer en Afganistán es un acto valiente de resistencia contra un patriarcado feroz que busca silenciar sus voces, sin darse cuenta que nunca podrá callarlas.
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